Estos son los diarios de un aprendiz que pretende descubrir el Dharma y su significado.
Hace 2500 años comenzó un camino, decidí unirme a él,
el 4 de noviembre de 2009 de la Era Común.

viernes, 30 de abril de 2010

La roca

Me encuentro bien. Después de tempestades turbulentas, me encuentro bien. Ya comenté en una entrada anterior que me encontraba dando vueltas alrededor de una gran roca en medio de mi camino que me impedía avanzar.  Y me encontraba dándole vueltas y mas vueltas, y lo único que estaba era cavando ese surco al que Saddhakara se refiere cada vez que hacemos girar la rueda de la vida. Un surco cada vez más hondo que estaba haciendo que la roca pareciese una gran montaña inexpugnable.
El otro día me volví a ver en el camino; para ser mas preciso, mas bien dentro de la zanja. Y me encontré de nuevo dando vueltas. Ignorancia, avidez, rechazo ... dando cada vez mas vueltas al tiovivo, subiendo y bajando en el caballito de feria, aferrado con mi apego a la barra que lo hace subir y bajar.
Y decidí parar... me aparte la orejeras.

Cuando no te gusta algo... puedes cambiarlo, o conformarte. Yo había decidido seguir la senda de conformarme, ejerciendo una ignorancia activa que miraba de reojo al espejo porque no deseas mirar lo que ves...Ignorancia activa.

El efecto liberador del dharma es mágico. Cuando me comprometí a seguir los preceptos éticos supuso asumir la senda de abstenerme de mentir. No creí que el efecto transformador fuera tan grande. Creí que era difícil no mentir a los demás aunque lo realmente más difícil es no mentirse a uno mismo. Y es aquí cuando reconozco que me he mentido continuamente de forma sutil con esa ignorancia activa.

Y no deseo mentirme más, quiero ser honesto conmigo mismo.
Mientras escribo esto Alaska canta: "Malgasto mi talento destrozando a los demás, propagando mil mentiras, disfranzado la verdad. Estoy perdiendo un tiempo que no voy a recobrar. Parece que mi vida no da para más" 
... Sincronicidades...
Tengo miedo a decirme la verdad. Reconozco que no me gustan algunas partes de mi cuerpo, reconozco que no me gusta mirarme al espejo. Por eso lo reconozco y miro al espejo de la rueda de la vida.
He de decir que verbalizar esto, mirarlo y escribirlo tiene un gran efecto liberador que supongo que culminará cuando decida publicarlo.
Y en eso estoy, disfrutando del gran gozo que supone no mentir a los demás, pero especialmente no mentirme a mi mismo. Para acabar de redondear ese gozo del momento presente, sincrónicamente, leí el texto de Saddhakara "Un tiesto más grande".



Por buscar el logro espiritual de los otros, no obstante, no debe uno ser negligente en la búsqueda del propio logro. Percibiendo claramente la propia meta, permita que otro intente su propio resultado. Dhamapada, 166

martes, 6 de abril de 2010

El retiro en Guhyaloka

En marzo pasado, mientras Valencia celebraba las Fallas, estuve de retiro en Guhyaloka. He de decir que en general el retiro fue  robusto y recio, no tanto por las especiales condiciones de vida del retiro que te alejan de las comodidades cotidianas como pueden ser un aseo con agua caliente o un wc, sino más bien por las turbulencias que se desataron en mi interior.
He de decir que tenía cierta curiosidad por saber que era aquello de la práctica de género, y he de reconocer que al principio no me gustó mucho... en parte porque me retrotrajo a la época infantil en que niños y niñas íbamos a la escuela separados. Ahora que lo pienso muy posiblemente rememoré la sensación aquella de estar solo entre chicos y todo lo que en su momento "padecí": una persecución vil y despiadada por ser diferente, ser muy sensible y no ser un niño al que le gustase jugar al futbol. Hoy se diría que lo que padecí de chico fue acoso escolar o bullying.
El aprendizaje que supuso para mi estar entre chicos fue que debía ocultar al máximo cómo era, qué pensaba y qué sentía. Porque ser veraz, decir lo que piensas o cuáles son tus sentimientos a lo único que te llevaba era a ser juzgado y condenado por ser diferente. Ahora entiendo porqué me cuesta relacionarme tanto con los hombres, y ese irracional miedo a ser juzgado por ellos.
El retiro me sirvió para reconocer estos esquemas como esquemas propios, que en su momento puse porque fue necesario pero que ahora ya no tienen ningún sentido. 
En una conversación con Dharmakirti reconocí que el "problema" estaba en mi y que era un buen momento para comenzar a trabajarlo.
Y así lo hice, una vez que había reconocido que los viejos esquemas estaban ahí decidí, comenzar a demolerlos y decidí dejar fluir mis emociones y comenzar a expresarme libremente. Lo cierto es que en una sesión de compartir en grupo tras exponer un par de cuestiones personales, volví a tener la sensación de estar siendo juzgado por un par de personas. En circunstancias normales no me habría afectado, pero en esta ocasión si que me afectó y me sentí dañado. Tengo claro que lo que me dañaron no fueron las palabras de los demás, sino que lo que me dañaron fueron mis pensamientos y que añadí un valor adicional a las palabras. 
Para añadirle mas caldo al potaje estuvimos en tiempo de silencio y me quedé con todo ello macerando toda la noche. 
A la mañana siguiente, bajo un thangka con Avalokitesvara, en la meditación de Metta Bhavana decidí trabajar la compasión —karuna— como la trabajé en el curso que hice con Paramachitta sobre las cuatros Bramha-viharas. La verdad es que cuando llegué a la quinta etapa de la meditación rompí a llorar y tuve que levantarme del cojín porque no lo pude soportar más... silencio hasta el desayuno.

Ese día la charla  fue impartida por Dharmakirti, habló de Avalokiteshvara, el señor que mira los sufrimientos del universo con compasión infinita, y de la mítica piedra chintamani que este bodhisatva lleva entre sus manos. 
Cuando en aquel momento Dharmakirti hablaba de la piedra chintamani, recordé la piedra azul que hasta entonces llevaba en mi bolsa a todas partes. Desconozco como llegó hasta mi bolsa pero sé que es una piedra lapislazuli de una bolsita con piedras que compré en el Parque Nacional de Muir Woods en San Francisco. Cuando  me di cuenta que aquella piedra se encontraba en mi bolsa, asocié su presencia con el Dharma —llegó a mi para proporcionarme paz, serenidad y sabiduría — y pasó a ser una joya de gran valor de la que no me quería desprender.
Quizá la experiencia espiritual más intensa transcurrió en la puya de aquella noche cuando abandonando el apego, brindé a Avalokiteshvara la joya azul que me acompañaba en mi bolsa. 


He de decir que el retiro me ha permitido conocer mejor a algunas personas, disfrutar de la bondad de Dharmakirti, del entusiasmo de Javier, de un nuevo amigo Xavi o de la gran sabiduría de Enric.
Sin duda alguna ha sido un gran retiro, un retiro robusto.

OM MANI PADME HUM

domingo, 21 de febrero de 2010

Resistencias y el primer precepto

Llevo un par de semanas resistiéndome a escribir. Todo surgió hace dos semanas cuando en el curso de la rueda de la vida se comenzó a tratar el tema de los preceptos éticos. Vi algo, y ese algo me gustó tan poco que hice como la figura del cerdo de la rueda, dedicarme a mirar mi hocico y no mirar mas allá de mis narices porque lo que veía no me gustaba.
Ahora que escribo estas palabras reconzco que tuve miedo a ver lo que contemplé, y creo que es momento de mirarlo de frente para poder romper el círculo vicioso.
Los preceptos en tanto que principio éticos se plantean desde la perspectiva de evitar los Akusala-karma, o practicar los kúsala-karma.
El término kúsala es un término muy importante en el budismo que tiene varios significados como inteligente, hábil o experto. "El término kúsala-karma o acción hábil significa la acción dirigida a asegurar, tanto a quien la realiza como a los demás, los mejores resultados posibles en cuanto a felicidad, conocimiento y libertad, es decir, una acción que tiene constantemente en cuenta la ley del karma" (Sangharakshita, 1997)
Akúsala-dharma supone fundamentalmente comprometerse a seguir la senda de:
  • No matar o no ejercer la violencia.
  • No tomar aquello que no me pertenece.
  • Abstenerme de conducta sexual incorrecta.
  • Abstenerme de mentir.
  • Abstenerme de intoxicar la mente.
Por su parte los Kusala dharma son la versión positiva de los preceptos:
  • Con acciones de amor y bondad purifico mi cuerpo.
  • Con generosidad sin límites purifico mi cuerpo.
  • Con tranquilidad y sencillez purifico mi cuerpo.
  • Con comunicación veraz purifico mi habla.
  • Con consciencia clara purifico mi mente.
El término kúsala no se aplica a la conducta humana considerada bajo los términos de correcta o incorrecta en un mero sentido abstracto o comparativo. Se aplica en relación a una muy definida noción de conducta hábil que conduce a la iluminación, mientras que el término akúsala se refiere a una conducta torpe que nos aleja de la iluminación.
Me gustaría ahora abordar de forma conjunta la versión kúsala y akúsala para intentar extraer las consecuencias que pueden tener dichos principios éticos en mi conducta cotidiana. Para ello y en esta entrada abordaré el primer precepto.

Me comprometo a seguir la senda de no matar o ejercer la violencia o con acciones de amor y bondad purifico mi cuerpo.
Dice Sangharákshita (1997) que "la violencia es muy común, aunque sólo de manera excepcional se manifieste en la acción de matar. En otras palabras puede decirse que los seres humanos actúan con más frecuencia movidos por el poder que por el amor. Pero ¿qué es el poder? En este contexto el "poder" significa simplemente la capacidad de utilizar la fuerza; violencia es el uso de esta capacidad de negar el ser de otra persona, ya sea total o parcialmente." Es quizá asumir las implicaciones de este precepto lo que provocó en mi la reacción de ignorancia. Asumir este primer precepto, supone relacionarte contigo mismo de una forma diferente evitando la mortificación, las críticas desmedidas, la recriminación y la falta de compasión contigo mismo. Y he de reconocer que a pesar de todo lo alcanzado hasta el momento, la recriminación y el hacerme daño a mi mismo son una manera muy habitual de relacionarme con mi persona. Asumir este principio ético supone no hacerte daño por acción u omisión, y suelo hacerme mucho daño. Tengo una gran dificultad para relacionarme con la comida. De hecho el uso que hago de la comida y como interpreto todo lo que se encuentra alrededor de mi conducta es la mejor manera que conozco de hacerme daño. Es como si me encontrase en mundo de los pretas o espectros hambrientos. El mundo de los espectros hambientos representa un estado mental de deseo neurótico. Dice Sangharákshita (1993), "tenemos por ejemplo el deseo neurótico por la comida. En ocasiones la gente consume grandes cantidades de comida; con frecuencia lo que no quiere es la comida realmente sino otra cosa".
Contrariamente a lo que de forma simplista parece, mi deseo neurótico no se encuentra en ingerir grandes cantidades de comida, sino en mi deseo de estar a "dieta". Como si la "dieta" pudiese proporcionarme algo que me pudiese dar, y cuando veo que no me lo da me abandono a la ignorancia. La forma que en este mundo de la rueda aparece el buda, es de color rojo, que ofrece a los preta un tipo de comida que pueden consumir. Desconozco si este buda de color rojo es Amithaba y la sabiduría que este representa. Sangharákshita (1993) concluye "que cuando estamos en un estado de deseo neurótico el siguiente paso a tomar será volver a la objetividad, lo que también significa regresar al presente. Debemos ver qué puede darnos el objeto que deseamos, así como qué no puede darnos; tenemos que ver que es lo que realmente deseamos y si esto corresponde con los objetos. Tenemos que ver de donde viene ese deseo para darle la satisfacción adecuada o resolverlo". Evidentemente conseguir esto requiere alcanzar la sabiduría que representa Amithaba; la sabiduría que todo lo distingue, ve la unidad de las cosas y además ve sus diferencias y ve estos dos aspectos juntos. No reduce la pluralidad en la unidad: ve la unidad y la pluralidad. Y el camino para poder alcanzar esta sabiduría es la meditación.

He de reconocer también que la situación de la carta que redacté hace dos semanas ha producido en mi un desequilibrio considerable. Al tomar la decisión de escribir la carta amable me he dado cuenta que ha habido en mi una acción akúsala.
Desde una postura sutilmente egoista, había un pensamiento muy perturbador, pensaba que al fin y al cabo yo no debía luchar porque otras personas realizarían la lucha por mi. Pensé que una de mis compañeras en el comité editorial se encargaría de darles su "merecido" a aquellos que habían decidido cambiar el rumbo de un proyecto en el que yo había invertido tanto tiempo y tanto trabajo. De forma torpe, inhabil e inconsciente comencé a fomentar en mi compañera y amiga esa reacción. Estimulé en ella, desde una postura de poder (mediante la sutil manipulación de la emociones) que luchase y que reaccionase, ella haría por mi ese trabajo sucio; y yo no habría hecho más que escribir una carta amable.


Afortunadamente me he dado cuenta que esta acción es tremendamente violenta, de una violencia sutil, pero violenta porque estaría obligando a hacer a una persona algo que ella no desea o que no sabe si desea. Si he decidido seguir el camino del dharma no es para mi propio beneficio sino para el beneficio de todos los seres, y al darme cuenta de esto he modificado mis acciones y he comenzado a comunicarme de forma veraz con mi compañera y con metta. Intentando que con mis palabras ella desarrolle metta y no odio.

Darme cuenta de esto ha sido importante, y he tomado decisiones para mi práctica cotidiana. He decidido al acabar mi meditación cuando reverencio al buda recitar comprometerme con seguir los preceptos. También y para no olvidar porque me he hecho budista, antes de levantarme del cojín he decidido recitar la transferencia del mérito y autorenuncia:

Que el mérito ganado con mis actos
sirva para aliviar
el sufrimiento de todos los seres.
Renuncio sin pensar en mi mismo
a mis posesiones,
a mi personalidad en todas las existencias
y a mis méritos en las tres vías,
para el beneficio de todos los seres.
Así como la tierra y otros elementos son útiles
y sustentan al número infinito de seres
que habitan el espacio sin limites,
que yo me transforme de igual modo
en algo que mantiene a todos los seres
situados en el espacio infinito,
hasta que todos ellos
hayan alcanzado la paz.

Referencias
Sangharákshita (1993). El Budismo: la enseñanza y su práctica. Valencia: Fundación Tres Joyas.
Sangharákshita. (1997). Los diez pilares del budiso. La base de la filosofía y la ética orientales. Barcelona : Oniro.

domingo, 7 de febrero de 2010

Carta amable

Esta semana Saddhakara lanzaba el reto de fijarnos en los aspectos positivos de nuestra mente. Y he de decir que me encuentro a gusto con los progresos que estoy realizando. Esta semana ha sido una de aquellas semanas en que respondí y no reaccioné.
Una de las pocas cosas en la que todavía tomaba un papel activo en mi faceta asociativa era la de ser director de la Revista Iberoamericana de Enfermería Comunitaria. Este fue un proyecto en el que invertí mucho tiempo y era un proyecto del que me siento orgulloso porque se planteó como una revista científica enfermera de libre acceso sin el requisito de pago alguno.

La nueva Junta Directiva de la asociación, que respalda el proyecto ha decidido esta semana reorientar el proyecto, y ha privatizado su gestión convirtiéndolo en un proyecto de suscripción previo pago.

En esta semana me estuve debatiendo sobre si "dar la batalla" o no, por un proyecto en el que trabajaba de forma altruista. La Junta Directiva de AEC, deseaba que siguiese liderando el proyecto y me planteó si quería continuar haciéndolo. Intuitivamente sabía que no quería dar una batalla en la que el odio y las malas artes podrían ser una moneda para conseguir que el proyecto continuase tal y como es ahora, pero tampoco creía que sin más debiese abandonar el proyecto. Si hacía esto último me parecía que estaba traicionando éticamente los ideales por los que me había implicado en la revista.

Frente a este dilema — dar la batalla o renunciar sin más— decidí responder, y no reaccionar con una respuesta torpe y poco meditada. Para ello decidí escribir una carta que debía estar escrita con palabras de habla amable en la que declinaba continuar en el proyecto especificando las razones por las que no podía continuar en el mismo. Esa carta ha sido destilada durante toda una semana, reposándola y depurando la presencia de lo que Saddhakara denomina "carbones ardientes". Después de escribir y destilar la carta con cinco versiones, finalmente el sábado decidí dar su versión definitiva teniendo claro que mi intención no era dañar con mis palabras.

sábado, 30 de enero de 2010

Lo precioso de la vida humana

El pasado miércoles preparé unas palabras para compartir en la reunión de la Sangha. Estas fueron las palabras que preparé:

Antes de comenzar a hablar sobre la preciosidad de la vida, me gustaría compartir con vosotras y vosotros una sensación, emoción y pensamientos que me han surgido al preparar esta charla. He encontrado muchas resistencias para escribir estas palabras y no sabía porqué. Pero finalmente tras mi meditación de esta mañana he conseguido ser consciente de dónde venían dischas resistencias. Esta mañana he cazado a mi ego, ese viejo conocido que últimamente se esconde de mejor manera para que no lo vea. Y la verdad es que la resistencia venía de una idea que me surgía. Mi intervención tenía que ser brillante como esas otras conferencias que he pronunciado en foros profesionales que siempre han provocado reacciones entusiastas en muchos colegas que luego se acercaban para agradecer mis palabras y haber sido tan perspicaz al hablar del tema. He de reconocer que todos esos comentarios alimentaron muy bien mi ego, y estimularon la idea aquella de “soy brillante”.

Pero claro, yo aquí no quiero ser brillante sino simplemente expresar lo que tengo dentro de mi y que deseo compartir.
Es en este momento cuando de nuevo mi ego aparece y me dice, “Que bueno que eres, qué mejor sitio que una reunión del centro budista para reocnocer que tienes un ego subido. Muy bien hecho, Eres brillante” y es en este momento cuando recuerdo la cita que Saddhakara hacía hace dos semanas sobre la iluminación del Buda.
En el pasaje del que habló Saddhakara, Sidhartha Gautama se encontraba sentado bajo el árbol bodhi y ya había trabajado esos estados torpes y burdos que se objetivan como los ejercitos de Mara; también había superado de forma firme su deseo representado por las doncellas, hijas de Mara. Es en aquel momento cuando surge delante de él una imagen de si mismo que le viene a decir: "muy bien hecho, has dominado tus estados torpes y tu deseo". Y Siddartha que todavía no había alcanzado la iluminación dice: "Te conozco se quien eres, y no volverás a construir en mi tu tabernáculo".
Bueno sin querer ser pretencioso yo intentaré desmontar el tabernáculo y no continuar alimentado su construcción.

Centrándome ya en la preciosidad de la vida, creo que vivir la vida es una gran alegría. Todos los instantes son preciosos, incluso los que no son buenos porque de ellos surgen los que son buenos y me permiten poder saborearlos.
Tenía interés en hablar de lo preciosa que es la vida porque personas queridas por mi pusieron fin a su vida de forma voluntaria. Mi madre y un gran amigo decidieron suicidarse, y en ambas situaciones quería comprender lo que difícilmente puedo comprender. Pero si algo aprendí de aquellas dos experiencias es que la vida es preciosa.
Para exponer porque veo que la vida es preciosa deseo poner en valor muchas sensaciones cotidianas que hacen que le confieran ese valor precioso. Hay momentos gloriosos en cada instante por la mañana cuando entro en la ducha y al salir el agua caliente, por la alcachofa mis pies se mojan con el agua fría y a continuación me pongo debajo de la ducha y el chorro del agua recorre mi espalda revitalizándome hasta las entrañas.
O el momento en el que salgo de casa y siento el tiempo que hace hoy. Hay un sol radiante que acaricia mi cara, o es un día frío y tengo que ajustarme la bufanda y taparme las orejas. Que sensación tan agradable. Otro momento que me parece mágico es cuando empiezo a pedalear y mantengo el equilibrio y se empieza a deslizar bajo mi el suelo y yo me encuentro ahí protagonista de esa situación.
Podría seguir hablando de grandes momentos como cuando el viento mece los árboles y oigo el rumor de su murmullo, cuando comienzan a caer las hojas en otoño, cuando veo a un desconocido sonriendo y comparte esa alegría con una mirada, cuando corto las verduras en pequeños trozos para preparar la comida, cuando me siento en el sofá y empiezo a notar que viene el sueño y me dejo llevar, cuando abrazo a mi pareja recostados en el sofá debajo de la manta, cuando abro la cama para acostarme y siento ese frío de las sábanas que me hace estremecer… Son muchas las cosas que siento día a día que me hacen ver lo preciosa que es la vida.
También agradezco mucho la vida que tengo, especialmente en el momento de la historia en que estoy viviendo porque he podido elegir la profesión que deseaba y puedo trabajar en lo que me gusta, porque tengo grandes amigas en el trabajo, porque me he podido casar con mi marido y después de veinticinco años seguimos deseando estar juntos, porque he podido el Centro Budista y se que mi búsqueda ha finalizado y ahora sólo tengo que continuar por el camino… por esas razones creo que la vida es preciosa.
Pero si especialmente la vida es preciosa es porque creo que tenemos libertad para elegir, siempre podemos elegir que podemos hacer y cómo ver la botella, medio llena o medio vacía."


¿Como fue? Fue extraño, me sentí bien haciendo el parlamento porque aporte una visión muy sensorial de porque la vida es preciosa. Hubo sin embargo, algo que sobresaltó y que recibí cn cierta perplejidad. Fue la intervención de Rafa que yo sentí cargada de cierta "agresividad"; cuando intervino comentó que especialmente se estaba dando una visión idílica de la vida y como él dijo "especialmente la tuya Alfons, si eso es así porqué existe el sufrimiento. Porqué un día te encuentras de repente llorando desconsoladamente".
Percibí mucho dolor en sus palabras y aunque me produjeron una sensación de respingo, tuve una emoción que en otras situaciones me habrían llevado a reaccionar. No tuve ocasión de poder reaccionar, intervino Saddhakara para "centrar" el debate y yo me quedé pensativo, sobre cómo habia surgido una reacción automática, fundamentalmente emocional, y si quería responderle . La verdad es que me gustaría haberle respondido, sobre todo por explicar mi visión. Quizá es cierto que di una visión un tanto idílica de las cosas y también podría haberme centrado en otro tipo de sensaciones objetivas como ver la cara de mi madre con los ojos abiertos después de haberse lanzado por la ventana, ver su mirada perdida en el horizonte y sus ojos llenos de tierra sin que pestañeasen, podría centrarme en el dolor que sentí cuando vi a mi padre muerto tumbado en el suelo del baño tras haberse desmayado, podría centrarme en el vacío que dejó ese gran amigo que acabó con su vida, podría centrarme en el dolor habitual de espalda que siento todas la mañanas y que me acompaña desde hace tanto tiempo... Pero creo que tenemos libertad de elección y puedo elegir entre revolcarme como hace el cerdo en sus propias heces o decidir con qué me quiero quedar de esta vida. Y por eso me parece maravillosa la vida humana, porque tengo libertad para elegir.

"Uno debe liberarse del odio. Uno debe abandonar el orgullo. Uno debe despojarse de todas las ataduras. El sufrimiento no toma al que controla el cuerpo, la mente y sus pasiones"
Dammapada, 221.

martes, 19 de enero de 2010

El eje de la rueda de la vida

La semana pasada comencé el curso de la rueda de la vida y este lunes se dedicó a la explicación del eje en torno al cual gira la rueda. Saddhakara es partidaria de contemplar la rueda de la vida, no tanto como una pintura sino como un espejo al que podemos agarrar por la cola del monstruo y en el que podemos vernos.

Según Sangharákshita (1993) "la Rueda de la vida no está hecha de cuatro círculos sino cuatroespejos concéntricos. Podemos mirar el espejo cuatro veces y cada vez que lo hacemos logramos ver más aspectos de nuestra persona. Es como un espejo mágico o como una bola de cristal en la que podemos vernos... La primera vez que miramos en el espejo central encontramos: un gallo rojo que se encuentra golósamente picoteando la tierra; una serpiente verde con los ojos brillando de enojo; y un cerdo que se encuentra revolcándose en el lodo y con las orejas a modo de anteojeras, de modo que sólo ve lo que tiene delante. Estas tres criaturas forman un círculo y cada una está mordiéndole la cola a la figura que tiene enfrente. Generalmente se dice que éstos representan los "Tres Venenos Mentales" de la avaricia, el odio y la ignorancia, que se encuentran presentes en nuestro corazón"

Durante su parlamento Saddhakara explicó que el cerdo representa la ignorancia; una ignorancia espiritual que es activa, en la que no somos víctimas y en la que nosotros tapamos nuestro campo de visión con nuestras orejas y vemos únicamente aquello que tenemos delante del morro. Saddhakara dice que tendemos a echar la culpa alguien o algo y en occidente ese algo suele ser la educación recibida. Nunca reconocemos el papel que tenemos como protagonistas de nuestra vida, porque el miedo que tenemos a mirar a nuestro alrededor nos hace centrarnos en otear nuestro "castillo seguro". De esta ignorancia activa surgen los otros dos venenos: la avaricia, la avidez o el deseo neurótico y el odio, el rechazo o la aversión.
La avidez que representa el picoteo compulsivo del gallo intenta conseguir el mayor número de cosas para reforzar nuestro castillo, a nosotros mismos, con la finalidad de tranquilizarnos y adquirir serenidad. La víbora por su parte tiene una actitud de rechazo a todo aquello que te intranquiliza o va en contra de nosotros, de modo que los puntos de vista que no nos refuerzan se desestiman y se rechazan. Únicamente aceptamos los puntos de vista que nos afianzan y nos consolidan en nuestra posición. Según Saddhakara estos venenos constituirían la ignorancia primordial que nos lleva a rechazar lo que va en contra de nuestra idea del yo y aceptar aquello que nos afianza en nuestros viejos puntos de vista.En definitiva, lo que vamos a encontrar en el eje de la rueda son las manifestaciones negativas del ego o del yo.
En este punto, es cuando a Saddhkara le gusta recordar las palabras del Buda cuando sentado bajo el árbol bodhi ya ha trabajado esos estados torpes y burdos que se objetivan como los ejercitos de Mara y también ha superado de forma firme su deseo representado por las doncellas, hijas de Mara. Es en ese momento cuando surge delante de él una imagen de si mismo que le viene a decir: "muy bien hecho, has dominado tus estados torpes y tu deseo". Esta imagen en si podría ser considerada como la autocomplacencia del ego y del yo. Es en ese momento cuando Siddartha que todavía no había alcanzado la iluminación dice: "Te conozco se quien eres, y no volverás a construir en mi tu tabernáculo". Y fue a partir de este momento cuando se rompió algo mas y pudo continuar en un proceso de meditación profunda que le llevaría a la iluminación.

Tras su discurso, Saddhakara nos sugirió que trabajásemos cual es el animal o el veneno que emerge de forma prominente en nosotros. Y a eso me voy a poner en estos momentos.

Mientras Saddhakara hablaba de las tres imágenes centrales me venieron muchas imágenes de mi mismo, imágenes de mi pasado en las que me reconocí como el gallo, el cerdo o la víbora. Actuando de forma torpe y centrándome en "mi castillo", ahora que lo contemplo me doy cuenta que decidí no seguir girando en la rueda y ascender a un nuevo anillo de la rueda. Me refiero a un momento en mi vida hace casi año y medio en que decidí abandonar algo que hasta aquel instante había me había preocupado y ocupado.
Durante más de doce años dediqué mucha parte de mi tiempo libre a trabajar en una sociedad científica profesional por la mejora de mi disciplina profesional, la Enfermería, en tanto que pensaba que ayudando a mejorar la profesión ello repercutiría en los demás. Reconozco que durante mucho tiempo ese trabajo me llenaba, creo que se consiguieron logros importantes. Personalmente trabajaba con avidez como el gallo picotea el suelo, luché por convencer a muchos compañeros, y siendo justos creo que se consiguieron muchos logros. Sin embargo, siempre dudaba si me estaba obcecando en algunas posiciones, si rechazaba otros puntos de vista o si estaba alimentando mi ego. Cuando intuía que los objetivos que perseguía se alejaban del espíritu por el que me metí en todo aquello, las cirscunstancias y en parte el ego me lo impedía. Lo disfrazaba con ideas del tipo "me lo merezco, le he dedicado muchas horas, sí continúo podré mejorar muchas cosas". Recuerdo que inicialmente deseaba llegar a presidir la Asociación, pero cuando ya abandoné esa idea de nuevo las circunstancias, y otra vez mi ego, me hicieron llegar a ser vicepresidente de la asociación. Haber alcanzado la posición de vicepresidente me aseguraba el paso automático a ser presidente de la asociación.
Sin embargo, continuaba intuyendo que algo iba mal, que aquel sentido que creía inicialmente que era de mejora de la disciplina profesional no era tal, y que si continuaba por ese camino cada vez me encontraría peor. En contra de la opinión de mis compañeras y compañeros de la asociación, decidí renunciar a la presidencia y dedicarme a una llamada interior que bauticé con el nombre de desarrollo personal. Cierto es que fueron las circunstancias las que me llevaron a tomar la decisión, pero parar la rueda me costó mucho. Y ahora visto con perspectiva superar la ignorancia ha sido muy gratificante. Y en eso estoy en estos momentos, iniciándome en el Dharma.
Volviendo a la reflexión que nos pedía Saddhakara he de reconocer que el veneno que más me caracteriza es la avidez, aunque no siempre ha sido así. Durante mucho tiempo el veneno más característico fue la ignorancia. Ahora reconozco al gallo, lo contemplo y veo como esos comportamientos aprendidos todavía son una parte de mi.
Con perplejidad contemplo como ahora que me he iniciado en el camino del Dharma he tenido que superar mi avidez inicial de querer saber más y más y más. Comprarme libros sobre budismo casi rayando en lo compulsivo. Tengo ya varios que tengo por leer y algunos ya los he engullido. Afortunadamente hace algún tiempo que me di cuenta, contemplo mi avidez y ahora serena y tranquilamente leo, asimilo y he dejado de comprarme libros hasta que no me haya leido todo lo que he colocado en la estantería y que espera mi atención. Reconozco que me gusta el camino que he emprendido y doy gracias a todo lo que ha pasado porque es lo que me ha llevado a donde me encuentro ahora.

"Practica la contemplación de la impermanencia para liberarte del engreimiento"
(Majjhima-Nikaya)

Referencias
Majjhima-nikaya citado en: Kohn, S. C. (2009). La vida de Buda. Madrid: Gaia ediciones.
Sangharákshita (1993). El Budismo: la enseñanza y su práctica. Valencia: Fundación Tres Joyas.

jueves, 14 de enero de 2010

Malamadre, lazos de amor y ego

Las cintas son unas plantas que siempre me han gustado. Son hermosas plantas que tienen nombres tan contradictorios como Mala madre o Lazo de amor. Lo de Mala madre parece que viene de su tendencia a expulsar a sus retoños, mientras que lo de Lazo de amor viene por como se queda unida con sus hijuelos hasta que enraizan en tierra con una rama que nace desde el centro de la planta.
Si alguien lee este texto seguramente se puede preguntar qué tiene que ver el lazo de amor con el dharma, y así a simple vista parece que no estén muy relacionados. En primer lugar, creo que una planta que recibe nombre tan extremos debe estar en "el camino de enmedio", y aunque la reflexión sobre está curiosa contradicción merecería una entrada propia en el blog, hago referencia a las cintas porque son una excusa más para reflexionar sobre la relación que tengo con el Dharma.
El nuevo Centro Budista de Valencia (CBV) es un lugar muy agradable que tiene un par de patios excelentes para permitir el crecimiento armonioso de muchas plantas. En septiembre pregunté a Saddhakara y a Dharmakirti si el CBV aceptaba donaciones de plantas, me dijeron que si.
Me dije: "¡Ahh, pues bien! Reorganizaré las plantas de la terraza de casa que han crecido mucho y donaré algunas plantas al Centro".
Y así lo hice, reorganicé las plantas de la terraza, las transplanté, planté los hijuelos de algunas plantas y seleccioné las macetas que iba a donar. Igual que el Dharma es una cosa y su práctica otra, al querer llevar las plantas al centro fue cuando se presentaron algunas "dificultades". Llamé a Dharmakirti para ver si podía quedar con él para llevar las macetas y me dijo que como las responsabilidades estaban delegadas en varios integrantes del centro, que debía hablar con Jesús, que era el que se encargaba del riego y el que tenía que recibir la información sobre cómo cuidar las plantas.
A ello me puse, intenté contactar con Jesús pero fue bastante difícil porque en las horas que yo iba al centro yo él no estaba y cuando me acordaba de llamarlo al centro, no había manera de coincidir. En ese camino hablé por primera vez por teléfono con Merche, y reconozco que mi habla no fue especialmente amable —sobre todo porque había un sentimiento en mi que se podría verbalizar como: "pero bueno, encima que quiero ser generoso, que dificultades me están poniendo para llevar cuatro macetas"— a pesar de mis palabras rudas, el habla serena y amable de Merche consiguió aplacar mi falta de serenidad.
Al final lo conseguí, hablé con Jesús y por fin un día pude llevar las macetas al centro, entre las que debo de decir se encontraban una abundante colección de cintas.
Las plantas tienen esa "mala costumbre" de crecer y todos aquellos Lazos de amor que planté a los pies del Buda Shakyamuni se han convertido en un mar verde que lo rodea y antes de año nuevo pensé "quizás pueda hacer otra donación al CBV, aunque quizá ya no deseen más plantas porque los patios se encuentran ya muy frondosos". En esta ocasión con lo visto ,volví a preguntar y me remitieron a una de las cuatro personas que se encargan del cuidado de las plantas que al preguntarle me contestó amablemente "No, más cintas no. Otras plantas si, pero más cintas no". Y de nuevo volvió a surgir una imagen de mi poniéndome en jarras y pensando "pero bueno!!! encima que quiero ser generoso no me dejan que lo sea". Y aquí es donde me doy cuenta que tengo que trabajarme el tema del ego porque algo está fallando.

Esta semana hemos comenzado el curso de La rueda de la vida, y una de las cosas que me parecieron más interesantes fue una aportación que hizo Lola cuando Saddhakara planteó como viviamos la impermanencia. Lola relacionó la impermanencia con la muerte del ego. Y de nuevo volví a recordar una de las enseñanzas que más me impactaron cuando estuve en el retiro de verano en Tushita, a saber y como yo la denomino: la muerte del yo.

La muerte del yo significa para mi la muerte del ego, del mi por encima de todo, del dar la importancia a uno mismo centrándonos en nuestras miserias por encima de todo. Cuando Carlos me mostró esta enseñanza, me conmocionó. Él planteaba que los seres humanos se encuentran centrados en el yo, en el me han hecho, el yo digo, el yo pienso... en mi autoestima, y que superar esa limitación es la enseñanza más importante que el Dharma ha aportado al ser humano. Tuvimos varias discusiones porque incluía en ese saco la autoestima, especialmente porque este había sido un caballo de batalla personal desde hace bastante tiempo. Estas conversaciones, sin embargo provocaron una profunda reflexión sobre qué sucedería si matase al yo, lo que significa y los pensamientos y emociones que produce.

Al especular sobre esta idea, sentí un gran alivio. La muerte o el cese de la vida, los cambios dejaban de tener importancia. El miedo a la desaparición de mi mismo cesaba. La parálisis que supone aferrarse a querer que las cosas sigan siendo como son, ya no tiene sentido. Pensar en todo esto me produjo una gran serenidad y curiosamente adquirió importancia el todo, el conjunto de todos los seres que se encuentran entrelazados y unidos como las cintas que permanecen ligadas a sus hijos. Mi persona deja de ser MI, para tener la justa importancia en la medida de que forma parte del todo; y entonces comienzas a sentir lo que es el "no ser yo" y sentirte parte de todos los seres.

"Me maltrató, me golpeó, me derrotó, me venció": quienes albergan tales pensamientos no se liberán del odio.
Dhammapada