Estos son los diarios de un aprendiz que pretende descubrir el Dharma y su significado.
Hace 2500 años comenzó un camino, decidí unirme a él,
el 4 de noviembre de 2009 de la Era Común.

martes, 12 de abril de 2011

El eje de la rueda de la vida y el triple sendero


La enseñanza de la rueda de la vida, como símbolo de la visión budista de la existencia mundana, se remonta a la misma época del Buda.

La enseñanza se atribuye a Maugalyayana, uno de los discípulos más sobresalientes del Buda con un gran dominio de los poderes psíquicos. Maugalyayana era capaz de ver a los seres de los estados infernales o los mundos celestiales… Además poseía una capacidad extraordinaria de empatía con los demás de modo que podía vigorizar el entusiasmo que empezaba a flaquear en su interlocutor, al compartir su Visión Clara de todas las diferentes existencias. El Buda al darse cuenta de esto, propuso que se hiciera una pintura con las enseñanzas de Maugalyayana, instruyendo para que pintaran la Rueda de la Vida a la entrada de cada monasterio y que un monje fuese el encargado de su enseñanza.

La mayor parte de lo que conocemos de la Rueda de la Vida proviene del budismo tibetano, a excepción de un solo ejemplo en los antiguos templos de las cuevas de Ajanta, ninguna otra pintura de la Rueda ha sobrevivido en la India. (Subuthi, 1992)

Esta enseñanza, sitúa en el eje de la rueda a lo que se ha denominado los tres venenos: El gallo que representa la ambición, el deseo de poseer o la avaricia; la víbora que representa el odio o el rechazo; y el cerdo la ignorancia. Estos tres venenos o tres raíces son la base sobre la que se sustentan las miserias y ataduras humanas. (Subhuti, 1992:69).

Estos tres venenos tienen como principal finalidad la de alimentar el egotismo. Y así cuando el ego se ve amenazado en su identidad surgen de forma reactiva los tres venenos.

El ego estimula su integridad fundamentalmente creando una realidad ilusoria a través de la idea de la permanencia desarrollando en consecuencia la idea de un yo permanente.

En contra de esto encontramos que la realidad condicionada se caracteriza por lo que en la enseñanza se identifica como las tres marcas, o lakṣaṇas: 
Frente a la ilusión de la permanencia encontramos que la realidad es impermanente (anitya), insustancial (anatman) y en consecuencia se produce insatisfactoriedad (Duḥkha).

El gallo
Es la representación del deseo en sus diferentes perspectivas:
Por una parte supone una representación de los deseos neuróticos. Tales deseos se pueden manifestar por obtener posesiones materiales como en mi caso el último Gadget tecnológico o el iPad 2. Se manifiesta cuando el sentido de posesión alcanza a una persona como la pareja o una amistad. Es notorio como utilizamos el pronombre posesivo cuando hablamos de la pareja como cuando Gollum, el personaje de El Señor de los Anillos, habla de su tesoro.

Otra forma en que se manifiesta este veneno es por ejemplo el de poseer una buena imagen personal, profesional, prestigio, fama…

Todas estas manifestaciones son aspectos que refuerzan la idea de un yo egotista.

Este veneno también se presenta en forma de apego a todas aquellas ideas y percepciones mentales que fomentan la idea de nuestro yo:

El apego a nuestra idea de cómo somos. A aquellas facetas que nos dan seguridad. Y estas no son siempre y necesariamente positivas. De hecho estamos muy apegados a las ideas de cuáles son nuestros problemas, cuáles son nuestros defectos, y sobre cómo solemos actuar. Ideas que en principio pueden ser perjudiciales u oscuras, pero que al fin y al cabo nos ayudan a identificarnos con la idea que tenemos de cómo somos y cómo es ese yo que ilusoriamente creemos impermanente.

La serpiente
Representa el veneno del odio y el rechazo. Odiamos todo aquello que amenaza o subestima nuestro sentido del yo. Cuando percibimos una amenaza profunda a nuestro yo, podemos reaccionar destruyendo la amenaza por completo con el fin de poder alcanzar nuevamente nuestra sensación de seguridad.

Este rechazo se manifiesta cuando interpretamos que alguien no nos está mirando de forma amigable o cuando no nos sentimos reconocidos.

El odio también se manifiesta cuando contemplamos algo que no nos gusta de nosotros. Proceder de forma reactiva nos conduce a actuar de forma torpe y en muchos casos destructiva, de modo que como si de un círculo vicioso se tratara reforzamos nuestro ego o nuestra visión negativa y reactiva de nosotros mismos y lo cual nos impulsa a dar una nueva vuelta de tuerca.

El cerdo
Representa el veneno de la ignorancia. Esta figura se encuentra excavando con su hocico en la suciedad y se representa con sus orejas cayendo sobre sus ojos de modo que le impiden ver lo que tiene delante. No ve más allá de su morro. Representa como he dicho la ignorancia de lo ilusorio. Del mismo modo en que el cerdo entierra su hocico en la suciedad, los que vivimos en la realidad condicionada tenemos una visión limitada de la vida y nos negamos a ver lo que tenemos delante de nuestros ojos porque aquello que vemos amenaza nuestra identidad.

Subuthi (1992:74) argumenta que es el veneno principal, la raíz de las raíces. “No es más que nuestra negativa a abrir nuestro ser a una esfera más amplia de la vida”.

Sabemos quienes somos, aunque esta percepción sea muy limitada. Nos encontramos seguros en la limitada percepción de ese yo que hemos creado con nuestras miserias, nuestros problemas y nuestras ideas de cómo somos. Nos sentimos seguros con nuestro nivel de conciencia alcanzado, estable, frágil pero seguro. Pero nos negamos a ir más allá de los que somos porque es un terreno desconocido y nos da miedo. Estamos seguros con esa idea ilusoria del yo que hemos alcanzado, incluso cuando hemos avanzado en el camino espiritual.

Subuthi (1992:76) nos recuerda que este veneno se encuentra presente hasta el momento de la iluminación. Por tanto, ahora y en el momento de desarrollo espiritual en que nos encontramos y el camino recorrido, el veneno de la ignorancia nos amenaza haciéndonos recrearnos en este yo ilusorio, en cierto modo mejorado con respecto al de hace un tiempo y más evolucionado, pero al fin y al cabo ilusorio.

Estos son los tres venenos que mueven la rueda y que se encuentran en el eje de la realidad condicionada. Se encuentran entrelazados de forma inextricable. Es muy raro encontrar el odio, la avaricia y la ignorancia en su forma pura. De forma que los tres venenos se nos presentan de una forma enmarañada.

Como dice Sangharákshita (1994:56), la Rueda de la Vida simboliza la mente reactiva. Superando esta mente reactiva, la mente creativa va a superar la condicionalidad de la rueda.

Sangharákshita (1994:57) plasma varias enseñanzas que nos pueden llevar a superar la realidad condicionada hasta alcanzar la iluminación: el triple sendero, el noble sendero óctuple; la serie de los doce eslabones positivos; las siete fases de la purificación y las siete ramas de la iluminación.

Me gustaría explorar cómo desde el triple sendero se pueden trabajar los tres venenos para poder superarlos y desarrollar una mente creativa.

En los primeros versos del Dhammapada (Ed. 2007:15) se dice:
“La mente es la precursora de todos los estados. La mente es u fundamento y todos ellos son creados por la mente. Si uno habla o actúa con una mente pura, entonces la felicidad le seguirá como su propia sombra…Me maltrató, me golpeó, me derrotó, me venció: quien no alberga tales pensamientos se liberará del odio”.

Una de las expresiones que el Buda proclamó en la Cuarta Noble Verdad, es la verdad del camino. Una de las formas tradicionales de expresar dicha verdad es mediante la enseñanza del triple sendero. (Sangharákshita, 2008: 133). Dicha enseñanza establece que el camino hacia la iluminación se realiza a través de la práctica de la ética (sila), la meditación (samadhi) y la sabiduría (prajña).


La ética y los tres venenos
Si consideramos los cinco preceptos en su formulación positiva, tal y como establece Sangharákshita (1993:151) y los relacionamos con los tres venenos podremos establecer como la práctica de la ética nos ayuda a superarlos.

La práctica del amor y la bondad que establece el primer precepto tiene una acción directa sobre el odio y el rechazo. En palabras de Sangharákshita el principio de no violencia —ahimsa— puede definirse como el amor en acción y es posiblemente el mayor antídoto que existe contra el odio. Si la violencia es el resultado de un pensamiento de odio, el amor es la semilla que disuelve el egotismo y crea el principio de mismidad: aquello por lo cual se es uno mismo, sin tener que compararse a los demás.

La práctica de la generosidad incide directamente sobre el apego, la avidez y ese fuerte sentido del “yo” que es la apropiación y el sentido de lo “mío”.  Al poner énfasis en los preceptos en positivos nos estamos comprometiendo con la “purificación”. Al comportarnos éticamente estamos refinando y purificando nuestros estados mentales para desarrollar la sabiduría y superar la ignorancia. (Sangharákshita, 2010 : 281).

El tercer precepto se refiere a abstenerse de mantener una conducta sexual torpe, en tanto que la sexualidad es un motor tan potente de la existencia humana que es fácil caer en el deseo neurótico. Personalmente creo que la formulación del tercer precepto en positivo, fomentar quietud, sencillez y contento, es aplicable a cualquier deseo neurótico e influye directamente sobre la avidez y el apego.

Mantener una comunicación veraz incide directamente sobre la ignorancia. Sangharákshita (2010:283) afirma:
“la veracidad en su más amplio sentido puede definirse como una unidad de pensamiento, palabra y acción”.

En tanto que somos veraces, comenzamos por reconocer cómo es nuestra realidad, cuáles son nuestros pensamientos y cómo todo esto se refleja en nuestras acciones. La comunicación veraz también está inactivando el veneno de la avidez, porque en muchas ocasiones decimos falsedades porque deseamos obtener algo que si somos realmente veraces no obtendríamos.

Por último, la conciencia clara y lúcida nos permite también incidir en los tres venenos porque podemos desenmarañarlos y contemplar tanto los pensamientos como las acciones que están impregnadas de cualquiera de los tres venenos.

La meditación y los tres venenos
“La meditación puede definirse como el sistemático ensanchamiento del conocimiento o la conciencia”

Sangharákshita, 2010
Cuando meditamos podemos hacerlo con la finalidad de alcanzar paz interior, pero también lo podemos hacer con una finalidad espiritual. En este último caso persigue la finalidad de comprender el significado de la propia existencia o de la realidad última. A través de la meditación se consigue alcanzar esta conciencia y la comprensión de la realidad. (Sangharákshita, 2010:303-6).

Sangharákshita (2010) expone cinco métodos básicos de meditación. De ellos los que inciden directamente sobre los tres venenos son: el seguimiento de la respiración que consigue contrarrestar el veneno de la confusión mental, los pensamientos divagadores o la distracción; la práctica de metta bhavana que compensa y llega a anular la aversión o el odio; y la práctica de contemplación de la decadencia que llega a neutralizar el deseo neurótico.

La práctica de la meditación es un laboratorio en el que aprendemos a manejar nuestros pensamientos y a desarrollar atención. Cuando este aprendizaje lo llevamos a la práctica cotidiana desarrollamos atención consciente y podemos contemplar el veneno del engaño.

La sabiduría y los tres venenos
El modo en que la sabiduría interactúa con los tres venenos no se puede aislar de la práctica de la ética y de la meditación. Es a través de la práctica de ambas cuando se alcanza la sabiduría y se incide en los tres venenos.

La sabiduría se comienza desarrollar cuando nos acercamos con metta a las situaciones que nos producen rechazo y somos lo suficientemente diligentes como para contemplarlas desde una perspectiva consciente. Se comienza a desarrollar cuando nos permitimos desapegarnos de nuestras ideas preconcebidas y vislumbrar nuevos puntos de vista creativos que nos permiten ver la realidad más allá de lo que parece ser.

Desde el punto de vista del budismo, la sabiduría es ver las cosas tal y como son (Jñana) y no como aparentan ser (Vijñana). Jñana está libre de codicia, odio e ignorancia mientras Vijñana está atrapada por ellas. Sangharákshita (2010:338) afirma que alcanzar Jñana es un sinónimo de haber entrado en la corriente.

Alcanzar Jñana se realiza mediante el impulso de nuestra vida espiritual, a través de la meditación, la ética, la amistad espiritual, el estudio del Dharma… Se comienza a vislumbrar la diferencia entre Vijñana y Jñana cuando de forma eficaz se desarrolla el Ir al Refugio.


"Gradualmente, poco a poco, de uno a otro instante, el sabio elimina sus propias impurezas como un fundidor elimina la escoria de la plata"
Dhammapada, 239

Referencias

  • Dammapada. La enseñanza del Buda. Versión de Narada Thera. (2007).  Madrid: Edaf
  • Sangharákshita (1993). El Budismo: la enseñanza y su práctica. Valencia: Fundación Tres Joyas.
  • Sangharákshita (1994). Sólo existe el momento presente. Valencia: Fundación Tres Joyas.
  • Sangharakshita (2008). Una panorámica del budismo. Novelda: Dharma
  • Sangharakshita (2010). Budismo. Introducción a la filosofía, la meditación y la práctica de la tradición budista. Barcelona:Oniro.
  • Subuhthi (1992). La Rueda, la Espiral y el Mándala. Barcelona: Edicomunicación.

lunes, 11 de abril de 2011

Delhi

De nuevo en Delhi. Camino del hotel en el taxi. En la autopista. En el arcén interior al lado de la mediana. Un niño en la calzada, llorando desconsoladamente mientras recogía un cesto caído de patatas hervidas, la mitad destrozada... Seguramente para vender y ganar su sustento. No tiene mas de ocho años y en su cara se dibuja el sufrimiento. Llanto y lágrimas entre humo y polvo.

De nuevo Delhi, un universo donde la rueda de la vida no es una metáfora de los estados mentales sino una realidad palpable a cada paso. Donde ves el mundo de los dioses, de los titanes, de los espíritus hambrientos, los infiernos, los animales y los humanos. Una realidad que es, que no se puede ocultar. Que te incomoda porque cuando giras la cabeza, no haces sino ver una realidad más cruda.

Una calle polvorienta compartida por mendigos, lisiados, tullidos, por turistas y niños cuyo medio de vida es mirarte a los ojos, llevar su mano a la boca en señal de que quieren comer. Tirando de tu ropa cuando no quieres mirar. Pitidos, richos, tuc-tucs, coches y bicicletas. Hogueras para calentarse, muchas veces con lo mas insospechado como unas sandalias de caucho ante la falta de madera. Polvo, ruido, humo. Un gato medio ciego, asustado en medio de la calle. Mojado como si lo hubiesen escaldado. Sin saber dónde ir, dónde esconderse ante ese río de gente. Tanto dolor... Tanto sufrimiento.

Un perro con sarna, con los intestinos al aire. Lamiéndose, limpiándose, recostado como puede...

Una paloma caída del tejado sin apenas plumas. Intentando alzar un vuelo imposible. Enferma.

Una hormiga, con una pata menos que intenta seguir su paso. Pero cada paso que da lo único que le permite es caerse y voltearse para intentar volver a ponerse en pie y seguir adelante.

Más niños pidiendo de comer y cuando te atreves a mirarlos descubres que son personas y sobre todo niños. Te dan la mano, una mano áspera por la suciedad, pero cálida al tacto. Y cuando te permites el juego, ves una sonrisa que llena tu mirada.
Saltan, ríen, juegan. Se cuelgan de tu mano y la usan como un péndulo del que recolgarse para girar como una bailarina. Y te das cuenta, de que independientemente de lo que tu pones también pueden ser felices a pesar de la miseria.

Una realidad que no puedes dejar de mirar...
Ante la que no puedes cerrar los ojos porque su fortaleza es tal que sigue metida en tu retina.