Estos son los diarios de un aprendiz que pretende descubrir el Dharma y su significado.
Hace 2500 años comenzó un camino, decidí unirme a él,
el 4 de noviembre de 2009 de la Era Común.

jueves, 14 de enero de 2010

Malamadre, lazos de amor y ego

Las cintas son unas plantas que siempre me han gustado. Son hermosas plantas que tienen nombres tan contradictorios como Mala madre o Lazo de amor. Lo de Mala madre parece que viene de su tendencia a expulsar a sus retoños, mientras que lo de Lazo de amor viene por como se queda unida con sus hijuelos hasta que enraizan en tierra con una rama que nace desde el centro de la planta.
Si alguien lee este texto seguramente se puede preguntar qué tiene que ver el lazo de amor con el dharma, y así a simple vista parece que no estén muy relacionados. En primer lugar, creo que una planta que recibe nombre tan extremos debe estar en "el camino de enmedio", y aunque la reflexión sobre está curiosa contradicción merecería una entrada propia en el blog, hago referencia a las cintas porque son una excusa más para reflexionar sobre la relación que tengo con el Dharma.
El nuevo Centro Budista de Valencia (CBV) es un lugar muy agradable que tiene un par de patios excelentes para permitir el crecimiento armonioso de muchas plantas. En septiembre pregunté a Saddhakara y a Dharmakirti si el CBV aceptaba donaciones de plantas, me dijeron que si.
Me dije: "¡Ahh, pues bien! Reorganizaré las plantas de la terraza de casa que han crecido mucho y donaré algunas plantas al Centro".
Y así lo hice, reorganicé las plantas de la terraza, las transplanté, planté los hijuelos de algunas plantas y seleccioné las macetas que iba a donar. Igual que el Dharma es una cosa y su práctica otra, al querer llevar las plantas al centro fue cuando se presentaron algunas "dificultades". Llamé a Dharmakirti para ver si podía quedar con él para llevar las macetas y me dijo que como las responsabilidades estaban delegadas en varios integrantes del centro, que debía hablar con Jesús, que era el que se encargaba del riego y el que tenía que recibir la información sobre cómo cuidar las plantas.
A ello me puse, intenté contactar con Jesús pero fue bastante difícil porque en las horas que yo iba al centro yo él no estaba y cuando me acordaba de llamarlo al centro, no había manera de coincidir. En ese camino hablé por primera vez por teléfono con Merche, y reconozco que mi habla no fue especialmente amable —sobre todo porque había un sentimiento en mi que se podría verbalizar como: "pero bueno, encima que quiero ser generoso, que dificultades me están poniendo para llevar cuatro macetas"— a pesar de mis palabras rudas, el habla serena y amable de Merche consiguió aplacar mi falta de serenidad.
Al final lo conseguí, hablé con Jesús y por fin un día pude llevar las macetas al centro, entre las que debo de decir se encontraban una abundante colección de cintas.
Las plantas tienen esa "mala costumbre" de crecer y todos aquellos Lazos de amor que planté a los pies del Buda Shakyamuni se han convertido en un mar verde que lo rodea y antes de año nuevo pensé "quizás pueda hacer otra donación al CBV, aunque quizá ya no deseen más plantas porque los patios se encuentran ya muy frondosos". En esta ocasión con lo visto ,volví a preguntar y me remitieron a una de las cuatro personas que se encargan del cuidado de las plantas que al preguntarle me contestó amablemente "No, más cintas no. Otras plantas si, pero más cintas no". Y de nuevo volvió a surgir una imagen de mi poniéndome en jarras y pensando "pero bueno!!! encima que quiero ser generoso no me dejan que lo sea". Y aquí es donde me doy cuenta que tengo que trabajarme el tema del ego porque algo está fallando.

Esta semana hemos comenzado el curso de La rueda de la vida, y una de las cosas que me parecieron más interesantes fue una aportación que hizo Lola cuando Saddhakara planteó como viviamos la impermanencia. Lola relacionó la impermanencia con la muerte del ego. Y de nuevo volví a recordar una de las enseñanzas que más me impactaron cuando estuve en el retiro de verano en Tushita, a saber y como yo la denomino: la muerte del yo.

La muerte del yo significa para mi la muerte del ego, del mi por encima de todo, del dar la importancia a uno mismo centrándonos en nuestras miserias por encima de todo. Cuando Carlos me mostró esta enseñanza, me conmocionó. Él planteaba que los seres humanos se encuentran centrados en el yo, en el me han hecho, el yo digo, el yo pienso... en mi autoestima, y que superar esa limitación es la enseñanza más importante que el Dharma ha aportado al ser humano. Tuvimos varias discusiones porque incluía en ese saco la autoestima, especialmente porque este había sido un caballo de batalla personal desde hace bastante tiempo. Estas conversaciones, sin embargo provocaron una profunda reflexión sobre qué sucedería si matase al yo, lo que significa y los pensamientos y emociones que produce.

Al especular sobre esta idea, sentí un gran alivio. La muerte o el cese de la vida, los cambios dejaban de tener importancia. El miedo a la desaparición de mi mismo cesaba. La parálisis que supone aferrarse a querer que las cosas sigan siendo como son, ya no tiene sentido. Pensar en todo esto me produjo una gran serenidad y curiosamente adquirió importancia el todo, el conjunto de todos los seres que se encuentran entrelazados y unidos como las cintas que permanecen ligadas a sus hijos. Mi persona deja de ser MI, para tener la justa importancia en la medida de que forma parte del todo; y entonces comienzas a sentir lo que es el "no ser yo" y sentirte parte de todos los seres.

"Me maltrató, me golpeó, me derrotó, me venció": quienes albergan tales pensamientos no se liberán del odio.
Dhammapada


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