Estos son los diarios de un aprendiz que pretende descubrir el Dharma y su significado.
Hace 2500 años comenzó un camino, decidí unirme a él,
el 4 de noviembre de 2009 de la Era Común.

domingo, 6 de junio de 2010

La burbuja

A veces hechos insignificantes te hacen mirar atrás. Ayer busqué una receta de arroz turco, la tenía en la libreta que Dharmakirti nos sugirió que nos acompañase cuando comencé el curso de Respiravida. La primera anotación que tengo es de mediados de mayo de 2009, mirar la fecha me ha hecho contemplar el tiempo transcurrido.
En los medios de comunicación se habla de la burbuja inmobiliaria, que si ha estallado, que si no. Para mi hablar de la burbuja es hablar de una burbuja en la que quería permanecer sin que nada cambiase, sintiéndome seguro y queriendo recrearme en una felicidad ignorante.
 Pero la única verdad universal que realmente se puede reconocer, la impermanencia, hizo estallar mi pequeña burbuja en octubre de 2008. Todo aquello a lo que me quería aferrar había desaparecido, todo ello se había transformado y la vida me obligó a reconocer la belleza del cambio y a soltar el apego a aquello a lo que me aferraba y  deseaba como inmutable.

Reconozco que el apego a aquello que me hacía sentirme seguro y que me hacía permanecer en aquella burbuja me obligó a renunciar a las emociones, a las sensaciones  y a disfrutar de la alegría de la vida. Pero de todo esto no me di cuenta hasta que la burbuja estalló.

Afortunadamente la burbuja estalló y hoy vivo abierto a la vida, abierto al cambio, soltando todo aquello que me hace aferrarme y desarrollar apego e intentado gozar del momento presente, regodeandome en el instante, e intentando no encadenarme tanto a aquello que me gusta o que me desagrada. No es tarea fácil, pero sólo requiere practicar.

Llevo meditando a diario más de hace un año, y la meditación ha supuesto aprender a contemplar la impermanencia. A alejarme de los pensamientos, las emociones y las sensaciones y no verme arrastrados por  todos ellos. Curiosamente ahora cuando tengo pensamientos torpes, no me martirizo ni me recrimino. Cuando me encuentro triste o desanimado intento contemplarlo sin añadirle más emociones de culpabilidad, o intentando buscar el porqué a esas emociones que son pasajeras, intento vivirlo sin que me perturbe. Y ahora estoy intentando aprender a gozar de las emociones y experiencias positivas sin intentar aferrarme a ellas. Esto es casi más difícil porque cuando vives algo positivo quieres que no acabe y si cesa quieres que vuelva.

Este lunes pasado tuve una experiencia gozosa como hacía tiempo que no había tenido. Fue gozosa tanto por la experiencia en si, como por el hecho de haberme permitido vivirla habiéndome despojado de miedos, represiones y autorestricciones. Quizá lo más gozoso de todo fue que lo viví como un regalo del universo, sabiendo que tenía principio y fin, y que no me estaba aferrando para que la experiencia no acabase. Y es quizá esto lo que más alegría y contento me produjo porque al no aferrarme, la resonancia y el eco de esta percepción hizo que el gozo se amplificase infinitamente.

La única manera de encontrar paz en nuestro interior, de encontrar el camino que conduce a la liberación, es la de cambiarnos a nosotros mismos y no intentar cambiar el mundo.
Ayya Khema, 1994

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